En Cuba precolombina, los aborígenes se trasladaban principalmente por tierra, a pie. De este modo, transportaban un sinnúmero de cosas para sus necesidades, características del nivel de desarrollo alcanzado por su sociedad. Hasta el presente, no se ha podido comprobar el uso de ningún medio auxiliar de transporte terrestre entre los indocubanos. Sin embargo, en el transporte fluvial y marítimo disponían de las canoas monóxilas como medio de traslación y para acarrear algunas cargas. Estas canoas eran construidas por el método del vaciado de troncos e impulsadas por remos o najes.
Las vías de comunicaciones terrestres eran casi nulas, los suelos se encontraban, en esta época, cubiertos de espesos bosques que mantenían un considerable aislamiento entre los poblados, salvo algunos estrechos senderos.
Con la llegada de los españoles, el aborigen se convirtió en un medio de carga más para éstos, aunque había animales para cubrir estas necesidades.
Desde el comienzo de la Conquista y Colonización, se produjo un incremento notable del ganado vacuno, caballar, ovino y porcino, debido, en primer lugar, al abundante y excelente pasto. Este crecimiento ganadero, además de servir de alimentación a la población, respondía a la creciente demanda de medios de transporte y de tracción animal como el caballo, el mulo y el buey.
Caminos y transporte constituyen un hecho etnográfico en la vida de todos los pueblos. Salvar las distancias, con diversos fines, ha estado constantemente en el centro de las preocupaciones vitales de las distintas comunidades humanas. Para trasladarse y llevar objetos y mercancías, el Hombre ha creado múltiples modos y medios de transporte, los que son parte de su formación económica y sociocultural.
El medio de transporte más sencillo del Hombre es el de su cuerpo, el cual actúa como fuerza motora y, en muchos casos, como medio de carga. El campesino utiliza varios modos para trasladar su carga. En las manos son incontables los objetos que transporta, entre ellos, jabas y jabucos, de yarey tejido, confeccionados en períodos históricos anteriores, y ya en la actualidad, generalmente, de material sintético. De igual forma, está muy difundida la práctica de cargar latas o cubos con agua del pozo o río cercano, así como sacos y cestas para recoger café.
Existe también la costumbre de cargar estos objetos en el hombro, la cabeza y apoyados en la cadera. En el hombro se coloca una vara de madera y pueden cargarse envases de agua, ya sean dos pequeños, colocados en ambos extremos y trasladados por una persona, o uno grande en el medio de la vara, cuyos extremos descansan en los hombros de dos personas. La carga en la cabeza, en nuestro país, se complementa con el uso de una pieza de tejido en forma de rodillo para amortizar el peso, pero esta práctica ha tenido menor difusión. Las mujeres prefieren descansar bultos, objetos y niños apoyándolos en la cadera. En labores agrícolas específicas, como la recogida de cítricos, se utiliza el envase conocido por jolongo, jabuco o jaba con cinto, amarrado a la cintura.
Pero el transporte personal tradicional del campesino cubano, el elemento fundamental y más generalizado es el caballo, que también se utiliza para trasladar diversos tipos de carga como son: las compras en el mercado, agua, leña, y carbón, entre otros. A la vez, se emplea para el tiro de carretones de carga ligera.
Después de 1959, aunque se ha mantenido una masa caballar relativamente estable, su empleo ha disminuido debido a la ampliación y mejoramiento de la red de comunicaciones y al crecimiento y modernización de los equipos automotores. El mulo, como medio de transporte y carga, ha tenido un desarrollo paralelo al del caballo. Su uso, por lo general, ha sido igual. Sin embargo, la población rural lo distingue por una mayor fortaleza para sus cargas, ya sea conducido individualmente, ya en arria. Posee una cualidad inigualable para desplazarse en terrenos montañosos, solo o con un jinete montado, lo que por tradición se utilizó para transportar las cosechas de las zonas cafetaleras hasta los poblados y a su vez regresar, con mercaderías y otros útiles, a las plantaciones de café. Este animal es usado, además, en el tiro de carretones ligeros para cargas diversas en distintas regiones del país.
Tanto el caballo como el mulo fueron empleados en las zonas urbanas para el arrastre de los carruajes, calesas, volantas, quitrines, coches, carretones y, en menor medida, en las carretas que usualmente habían sido tiradas por bueyes.
El buey, utilizado al igual que los anteriores animales, desciende, al parecer, de las razas bovinas andaluza y asturiana. Para el campesino cubano no existe otro animal más idóneo para el tiro y, aunque más lento, también es utilizado en algunas regiones como animal de carga en su lomo que, por lo general, consiste en frutos menores e incluso para el transporte personal.
En las zonas rurales, el peso del transporte de carga se hacía fundamentalmente en rastras y carretas tiradas por bueyes, en la que la presencia de cualquier otro tipo de carruaje era escasa y su uso se limitaba a los dueños de plantaciones o de cualquier otro propietario con poder adquisitivo para ello.
Necesaria y fundamental fue la tarea asignada a los animales y medios de carga en el desarrollo azucarero de Cuba, desde los primeros tiempos del trapiche hasta los ingenios del despegue en la segunda mitad del siglo XVIII.
La transportación de la caña desde el campo de corte hasta su lugar de procesamiento requería de bueyes, ocasionalmente mulos, y de las carretas que no siempre presentaron igual capacidad de carga, lo que hacía variar en mayor o menor número, los animales de tiro empleados. Además de la caña, estos medios de transporte de carga rural fueron empleados en otras actividades, como recogida y distribución de frutos, mercaderías para las bodegas rurales, implementos agrícolas y personas.
Existe un medio de transporte de carga ligera llamada tradicionalmente rastra, que es tirada por una yunta o pareja de bueyes. Este medio de carga del campesino cubano tiene sus orígenes en España y Portugal. Fue introducido en Cuba desde el siglo XVI. La ampliación de su uso estuvo motivada por la facilidad de construcción y de los escasos recursos que requiere, además de que se adaptaba fácilmente a las incipientes vías de comunicación. El tipo de carga para la que se destina es muy variada y depende de las necesidades de su propietario. Por lo general, se emplea para el traslado de envases con agua, leña, abonos, sacos con frutos, implementos agrícolas y otros.
Hay numerosos tipos de rastras, según su uso, pero fundamentalmente se distinguen tres: la de mayor tamaño, utilizada en la transportación del tabaco de la vega a la casa de curación, la cual está equipada con dos piezas transversales o barrederas en sus extremos, para colocar sobre ellas entre 6 y 7 cujes de tabaco cortado. Su uso está ceñido fundamentalmente a las zonas de este cultivo. La otra es más reducida: admite carga general más pequeña como envases con agua, instrumentos de trabajo, sacos con frutos y otros. La tercera, conocida con posterioridad a 1959, consiste en utilizar un neumático en desuso de camión u ómnibus, el cual se perfora y en el agujero practicado se le fija una cadena para su tracción. La explicación del empleo de este nuevo tipo de rastra es que no daña los caminos asfaltados, como lo hacen las que son de maderas.
Las rastras, para carga general, pueden encontrarse con variantes de dos, tres y más travesaños, al igual que con estacas o no para soportar algunos tipos de carga. El campesino cubano, a pesar de la sencillez de este medio, acostumbra a utilizar determinadas maderas para su construcción, preferiblemente duras o de “corazón”, por su mayor resistencia y durabilidad.
La vinculación rastra-campesino subsiste actualmente en la mayor parte de las zonas rurales del país, no obstante la presencia de otros medios más modernos.
Ya en el siglo XIX se utilizaba con amplitud la carreta tirada por bueyes. Estas carretas típicas, construidas casi totalmente de madera, tuvieron su vigencia masiva hasta los años cincuenta del presente siglo, en que se modificaron algunas de sus partes como la sustitución de las ruedas de madera por las de goma y el eje de madera por el metálico. En la década 1940-50, se introdujo en Cuba una carreta con ruedas de esteras conocidas como Carterpillar, usadas en grandes plantaciones cañeras.
Las carretas con cama de hierro y ruedas de goma, fabricadas en Cuba, se generalizaron desde los primeros años posteriores a 1959.
Dentro de los elementos básicos de la carreta existen algunas variantes en cuanto a altura, tamaño de la cama, ruedas y la madera empleada en su fabricación, lo que requiere de los llamados maestros carpinteros, en pequeños talleres o carreterías. Los componentes principales de las carretas son: ruedas, estacas, eje, cama y pértiga. Entre las variedades maderables, más utilizadas en Cuba para su construcción, se encuentran el guayacán (Guaiacum officinalis L.), sabicú (Lysiloma Latisiligua L, Benth), cagueirán (Copaifera himenaefolia Moric), mije (Eugenia floribunda West), yaba (Andira inermis Sw. H.B.K.), majagua (Hibiscus tiliaceus L.), cedro (Cedrela mexicana, M.J. Roem), júcaro (Bucida buceras L), dagame (Callycophyllum candidissimun) y otras. Además de ser útil en el transporte de caña, es empleada en el traslado de mercaderías y personas.
Los carretones son medios de transporte tradicional, muy extendidos en casi todas las zonas rurales de Cuba. A diferencia de las carretas, no tienen normas precisas de construcción, ni exigen una calidad específica de madera para cada una de sus partes, ni medidas exactas. Además, no es necesaria la presencia de un carpintero de carretería. Su valor práctico radica precisamente en su utilidad, bajo costo de elaboración y medios empleados. Este medio de transporte tiene la ventaja de que puede ser tirado por bueyes, caballos y mulos.
Antes de 1959, los carretones, en su mayoría, utilizaban ruedas de madera. Posteriormente se fue popularizando la rueda de goma con eje de hierro; estos elementos se emplearon en las dos variantes fundamentales: el carretón de carga y la llamada araña, que transporta diversos objetos ligeros y hasta tres o cuatro personas.
Además de los modos y medios de transporte mencionados, existen otros para casos y circunstancias especiales de la vida cotidiana en las zonas rurales. Estos están referidos a los enfermos y fallecidos.
El traslado de un enfermo en las zonas rurales, antes de 1959, era una actividad fatigante, motivada por las jornadas maratónicas que tenían que cubrir para lograr una asistencia médica. Esto se atenuaba si la zona era llana o, por el contrario, constituía una situación más grave si la topografía era de montaña. A ello se añadían los alimentos para el enfermo y sus acompañantes, por lo general, en número de ocho, lo que permitía efectuar relevos durante el trayecto. Después de 1959, con el incremento notable de la atención médica, la construcción de una significativa red vial y el empleo de automotores, estos problemas disminuyeron ostensiblemente en las zonas rurales.
Los medios utilizados para el traslado de enfermos han sido históricamente la llamada camilla o litera, la cual consiste en una lona amarrada a una o dos varas, en dependencia del peso del enfermo.
La parihuela, muy usada en las zonas tabacaleras de occidente, para el acarreo de las hojas de tabaco también fue empleada con ese fin. Consiste en una pieza de madera con agarres en los extremos para facilitar su manipulación. Todo esto se complementaba con carretas y carretones, junto con el llamado bastidor, en algunas zonas, que, como lo indica su nombre, es semejante al utilizado en las camas, y que, por lo general, era empleado en enfermos con mayor inmovilidad. Es necesario añadir a estos medios, el mueble de asiento, conocido como taburete, donde se sentaba al enfermo y era cargado por familiares y vecinos; si el estado del enfermo lo permitía, éste se transportaba a caballo.
En forma bastante parecida, se procedía cuando moría algún campesino. En estos casos se utilizaba con frecuencia en muchas regiones la llamada quitandra o escalera, que consiste en dos varas, a las cuales se les atravesaban algunas piezas de madera en las que se depositaba la caja mortuoria. Además, se utilizó también la carreta y el carretón.
En los últimos treinta años, estas prácticas han experimentado sensibles cambios, debido al uso extendido de los carros fúnebres. De todas formas, es comprensible que, en algunas áreas, sobre todo, en las más intrincadas, éstos no lleguen hasta la vivienda del fallecido, lo que explica la permanencia de la costumbre de llevar el sarcófago en la quitandra o escalera hasta el lugar donde pueda ser trasladado al vehículo funerario.
Asociada a los medios de transporte rural existe una gran variedad de accesorios que los complementan. Para el uso de animales de monta se emplean diversos aparejos y arreos, entre los que se encuentran las sillas (monturas), los yugos y las colleras. Los tipos de monturas más difundidas en el país, antes o después de 1959, son las sillas de mujer, la galápago, el casco, la Willman, la manclera, la tejana, la albarda, la mexicana y la domadora.
La silla de mujer posee una forma plana en el llamado asiento, en el que ésta se sienta de lado, con la pierna derecha ligeramente inclinada hacia arriba. En el lugar del pico o moño de los otros tipos de monturas, ésta tiene una cruceta de madera para permitir un mayor agarre al jinete, además de un descanso en el que apoya una pierna. La galápago se caracteriza por ser una montura ligera, empleada por lo general en caballos de carrera. La utilizaba el hombre de campo con mayores recursos económicos y al desecharla iba a parar al campesino o empleado de la finca o hacienda. El casco es sencillo, sin el llamado pico, y casi sin enchapados ni adornos. Es considerada la de más bajo costo por su sencillez. La Willman, de fuste inicialmente norteamericano, luego fue copiada por los talabarteros cubanos. Posee asiento amplio, con el llamado buche o borren más bajo; se elabora con piel fina y calibrada. La manclera, con el fuste cubierto de piel sin faldones, permite un menor costo por su sencillez, es también llamada manclera-esqueleto. La tejana, de pico fuerte, en bronce o forrado de piel, de buche tipo Humboldt mediano, posee alforjas y espaldar alto para facilitar mayor comodidad; es considerada como montura de trabajo en el campo y, de manera muy especial, en la ganadería. La albarda, algo pesada, se fabrica con material de primera calidad, lo que eleva su costo; de buche tipo Humboldt mediano a mayor y alforjas, se utiliza por los comerciantes rurales. La mexicana, estructuralmente es igual a la tejana, pero con su punto de diferencia en el sillón o asiento. La domadora, con características análogas a la tejana, se diferencia de ésta en la parte delantera con un buche o borren mayor y fuerte, que admite un destacado y sólido moño forrado en piel.
El yugo, fijo o movible, es el arreo empleado para lograr que los bueyes efectúen el tiro de la carreta, el carretón o la rastra, pero por sí sólo no puede efectuar sus funciones; se necesitan otros elementos imprescindibles como el frontil o almohadilla que evita el corte o lastimadura de la frente del buey; el llamado narigón es la argolla colocada en la nariz del animal y el garabato o rama de árbol, es el que une la cadena de la rastra con el barzón del yugo.
Los yugos han sufrido pocas variaciones en el tiempo transcurrido desde la época colonial hasta la actualidad. Su tradición constructiva se ha conservado a través de las sucesivas generaciones.
Finalmente, la collera es el aparejo que utilizan los caballos y mulos para lograr la tracción de carretones.
Luego de una mirada, en su dinámica histórica, a los modos y medios de transporte tradicionales rurales, se observa la correlación entre los viejos y nuevos elementos. El análisis conjunto de los dos períodos cronológicos estudiados, permite apreciar el cambio radical ocurrido en los últimos 35 años, motivado por las fuertes transformaciones socioeconómicas del país.
Lic. Manuel A. Díaz Rodríguez
Inv. Hernán Tirado Toirac
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