El presente estudio revela la función desempeñada por el pescador como artífice histórico, y contemporáneo a la vez, de una cultura sui generis y multifacética, la cual ha permanecido en gran parte desconocida. Esta investigación es útil no sólo para los pescadores, sino también para la sociedad, que va a apreciar en la cultura pesquera un componente sustancial de su identidad cultural; y, aunque el objetivo central de este trabajo son las artes y embarcaciones de la pesca marítima, representa un llamado al cuidado de la naturaleza marina y de su fauna, las que constituyen sus bases fundamentales.
La finalidad específica de este trabajo contempla el estudio tanto de las artes y embarcaciones, existentes en los momentos en que se realizó, así como también el análisis de aquellos elementos, que habían desaparecido o se encontraban en trance de desaparecer, como consecuencia del desarrollo socioeconómico del país. A esto se unió la necesidad de elaborar las tipologías correspondientes a cada grupo de ellos. Por último, resultaba imprescindible determinar en cada caso su origen étnico y la correlación entre los viejos y los nuevos elementos.
Las técnicas y procedimientos utilizados fueron el estudio bibliográfico, documental y la investigación de terreno; resultaron muy útiles tanto los trabajos elaborados por navegantes, que aportaron valiosos datos acerca de la pesca indocubana, como los de carácter etnográfico, arqueológico, histórico, económico, lingüístico y los dedicados a la Biología marina. Completaron este conjunto, las obras de pintores y novelistas que incursionaron en el tema; pero, sin dudas, fueron las entrevistas a los pescadores y carpinteros de ribera, realizadas en todos los puertos del país, las que propiciaron lo más sustancial de la información, a la que debe añadírsele la que se obtuvo por la observación, que además facilitó la elaboración de los dibujos y fotografías que ilustran los mapas.
En el momento en que se realizó este trabajo, una gran parte de los tipos, subtipos y variantes de artes y embarcaciones que se recogen en los mapas, ya habían desaparecido del panorama pesquero cubano. De ahí, el valor de registrarlos como parte del patrimonio cultural. Entre ellos se encuentran el guacán o bubacán, el trasmallo (tres mallas superpuestas) y el cayuco, entre otros. El análisis de los elementos estudiados corroboró también el carácter autóctono de la mayoría de ellos. Le siguen, en orden de importancia, los de origen hispánico, estadounidense, japonés, mexicano y haitiano, todo lo cual resultó de gran utilidad para el establecimiento de las tipologías correspondientes.
Tales tipologías se caracterizan por estar elaboradas sobre una base muy amplia, ya que se tuvo en cuenta el universo de los puertos cubanos, así como la totalidad de las variantes registradas en el terreno. El criterio fundamental de tipologización se basa en las funciones o principios de pesca que se manifiestan en la actividad productiva. Para identificar los tipos, subtipos y variantes se han utilizado los términos que emplearon más frecuentemente los pescadores. Estos, por lo general, provienen de la forma que presentan las especies capturadas, la semejanza con un objeto o animal, el modo de captura, o el origen étnico, entre otros. Sólo de forma excepcional, el autor seleccionó otras denominaciones para evitar sinonimias y confusiones.
Además de las artes y embarcaciones, los pescadores utilizan otros elementos materiales para poder realizar la pesca, como son los accesorios, entre los que se encuentran los anteojos o mirafondos y los jamos, por sólo mencionar algunos.
Las analogías y diferencias entre las variantes de artes y embarcaciones han permitido precisar seis áreas histórico-culturales principales: dos situadas en la costa Sur, tres en la costa Norte y una que incluye ambas costas en el oriente del país.
Antes de la llegada del conquistador español, las aguas y los recursos marinos eran aprovechados por los grupos aborígenes. Los pescadores de origen aruaco utilizaron una variada tecnología pesquera, que iba desde fijas pequeñas, hechas de hueso de perro, hasta el corral Taíno y los anzuelos fabricados con las conchas del carey (Erectmochelys imbricata); las redes tejidas sin necesidad de agujas ni mallero (hormas), con nudo pre-hispánico, y forma plana, entre las que se hallan los trasmallos de una sola pared y los guacanes o bubacanes, así como las de espiral para redes en forma de atarrayas y jamos.
También usaron la baigua, que es una sustancia echada al mar para adormecer los peces y después capturarlos; además de la utilización del pez pega, que hoy sabemos que funciona como un elemento de detección de la presa. Los aborígenes se dedicaron también a la cría de tortugas marinas en corrales o estanques, preparados con esa finalidad. Las embarcaciones utilizadas para la pesca fueron el cayuco y el bongo. Las personas que se dedicaban a esta actividad eran las más aptas, tanto por sus conocimientos empíricos del medio marino y de la fauna, como por las habilidades para realizarla. Para esto, regía lo que algunos autores han llamado “parcelación de la labor”.
La pesca se practicaba en casi todo el Archipiélago cubano, aunque con niveles de desarrollo diferentes como correspondía a las distintas comunidades que habitaban la Isla, con la particularidad de que en ningún caso se lesionaba innecesariamente la fauna marina. A favor de este criterio, se encuentra la presencia del citado guacán o bubacán, empleado por las comunidades agroalfareras con tradiciones neolíticas. Era una red que estaba dirigida a la pesca de las tortugas machos, mientras que a las hembras las capturaban en la playa cuando iban a desovar. Los corrales taínos, por su parte, tenían recintos para extraer los ejemplares de peces de mayor talla, mientras que los más pequeños eran liberados. La crianza de tortugas marinas es otro ejemplo de ello. La relación hombre-naturaleza se propiciaba también por la fragilidad de las artes utilizadas en las capturas.
A juzgar por el complejo técnico cultural pesquero, empleado por los indocubanos, la pesca se revela como una ocupación muy variada, capaz de obtener distintas especies marinas y, a la vez, muy extendida por todo el archipiélago.
El proceso de conquista y colonización constituyó un retroceso y una desarticulación de la actividad pesquera aborigen en Cuba. Las fuerzas productivas se vieron considerablemente diezmadas por la eliminación física de casi toda la población aborigen. Por otra parte, la pesca se convirtió en una actividad “focal” o “puntual”.
La propiedad de las aguas y los recursos marinos pasaron, en la práctica, al control de los dueños de las tierras limítrofes y, debido a que la corona española no hizo dejación de este derecho, coexistieron la costumbre y la ley. Los indios fueron sometidos a las encomiendas en las pesquerías; una vez abolidas éstas, los que sobrevivieron continuaron dedicándose a la actividad pesquera. También lo hicieron negros, esclavos o no. Paulatinamente los españoles fueron incorporándose a estas labores del mar.
Si se ponderan los aportes indocubanos e hispánicos en esta fase del desarrollo de la cultura pesquera marítima cubana, se constata una importancia mayor de los primeros. Así lo atestiguan la presencia del corral Taíno, el guacán o bubacán, y el cayuco, entre otros. Es cierto que la transculturación indohispánica se inició muy temprano; los anzuelos fabricados de concha de carey fueron progresivamente sustituidos por los metálicos, elaborados tanto por los pescadores como por herreros; se introdujeron nuevas técnicas de tejido para las redes que resultaron más eficaces que las aborígenes; pero el significado que hubieran podido representar estas nuevas técnicas, se vio limitado por el contexto socioeconómico, e incluso por las condiciones ecológico-marítimas de Cuba, diferentes de las de España. El retroceso de la actividad pesquera contribuyó a sentar las bases del subdesarrollo cubano.
Las transformaciones socio-económicas que se produjeron en la Isla, a fines del siglo XVIII y principios del XIX, trajeron como consecuencia que la actividad pesquera se extendiera a otras áreas como Santa Cruz del Sur, Nuevitas, Caibarién, Manzanillo y Cienfuegos. Estos puertos pesqueros desempeñaron una función significativa en la difusión de la cultura pesquera en las áreas donde se hallaban enclavados.
Las artes de pesca más importantes por estos años son las que se relacionan con la captura de las tortugas marinas, esponjas y mariscos, en general; para esa época existen referencias acerca de la pesca de lisas en Manzanillo, así como del uso del corral para peces en Baracoa y del chinchorro volapié en La Habana. El anzuelo, al parecer, se empleaba muy poco, pues sólo se han encontrado referencias en la provincia de Matanzas.
En 1830, terminó el proceso de cambios en el régimen de propiedad de las aguas y los recursos marinos a favor del gobierno español. Este los entrega entonces en usufructo a los pescadores, a cambio de los servicios prestados a los buques de la Corona. Hacia esa fecha habían quedado establecidos, en la mayoría de los puertos de la Isla, los gremios de pescadores, institución a la que pertenecían los matriculados.
El monopolio establecido por los gremios hizo que se incrementara el conservadurismo tecnológico, y con él la escasez y los altos precios del pescado. Esta situación fue criticada por distintos estudiosos de la época, entre los que se halla Don Antonio Bachiller y Morales, quien abogó por la disminución de los aranceles de la sal, cuando ésta se destinaba a la conservación del pescado, así como por liberar la actividad pesquera. Sus aspiraciones estaban dentro de los cánones del reformismo de la época.
La crisis de las relaciones de producción en este renglón económico se manifestó también con la incorporación de pescadores no matriculados a las actividades pesqueras.
En el último cuarto del siglo XIX, la pesca devino una actividad “libre”. Esto implicó que la fuerza de trabajo pesquera se convirtiera en una mercancía. A partir de entonces, el mar y los recursos marinos fueron considerados “propiedad común”. Sin embargo, a medida que transcurrieron los años, un menor número de individuos fue controlando las propiedades de las embarcaciones, bodegas de suministros de víveres y otros avituallamientos, plantas de procesamiento y conservación, así como la comercialización; y aunque el pescador independiente no desapareció en su totalidad, estuvo supeditado, por lo general, al control de intermediarios y armadores con mayores posibilidades económicas.
A fines del siglo XIX, algunas pesquerías, como las de esponjas, se caracterizaron por desarrollar relaciones económicas capitalistas. En lugares como el Puerto de La Habana, una sola persona era capaz de controlar toda la pesca. El número de pescadores en la Isla, en 1898, había crecido tres veces en relación con 1863. Durante las dos primeras décadas del siglo XX, volvió a descender su número, debido al desmoronamiento del capitalismo mercantil en el sector. Ya en el siglo XX, como una alternativa a la crisis económica de 1929 y resultado de la penetración del capitalismo industrial en el sector, se crearon algunas fábricas de conservas, se incrementó el número de pescadores y, de hecho, aumentó la producción. Sin embargo, la participación de la actividad pesquera en la economía nacional era insignificante. En el informe de la Misión Económica y Técnica, organizada por el Banco de Reconstrucción y Fomento, en colaboración con el gobierno de Cuba en 1950, se expuso la urgente necesidad de realizar diversos estudios, entre ellos, el dirigido a la utilización de nuevas artes de pesca.
Otras personas, en la década del 50, propusieron medidas similares de carácter tecnocrático; aunque sin prever rupturas en las relaciones socioeconómicas capitalistas con fuertes rezagos feudales en el sector pesquero.
Consecuentemente, para el período comprendido entre el último cuarto del siglo XIX y 1959, pueden enunciarse algunos cambios de carácter cultural. La pesca se nutrió de nuevas variantes provenientes de otras latitudes. De España nos llegó el palangre de deriva, llamado criollo por los pescadores, así como el arpón con dientes rebatibles; de Estados Unidos, la palanca esponjera clásica; la caña con anzuelo ornamentado y la red sencilla para camarones; de México, el chapingorro; y de Japón, los palangres, tanto el diurno como el nocturno, se incorporaron artes surgidas en el propio proceso productivo como el botalón y el canastro. Es también la fase de introducción del anzuelo, producido industrialmente. Incrementaron su importancia, los complejos técnicos culturales --combinación de embarcaciones, artes y accesorios para la captura de determinadas especies--, así como la difusión de la cultura pesquera a pequeños puertos diseminados por el litoral.
En 1959, se establecieron relaciones socialistas de producción en el sector pesquero; primero, en forma de cooperativas pesqueras y, más tarde, como empresas estatales. La tecnología pesquera se revolucionó: Una nueva flota motorizada sustituyó la velera; irrumpieron las fibras sintéticas en la fabricación de determinadas artes de pesca, así como mallas de alambre galvanizado, producidas industrialmente; creció el número de chinchorros y corrales y la cantidad de anzuelos en los palangres; aumentaron las dimensiones de las redes, y se creó un Centro de Investigación Científica Pesquera. Paradójicamente se debilitaron los mecanismos culturales de control de los recursos marinos, como el del secreto de las áreas pesqueras más productivas, lo que ha hecho que no sólo sea deseable, sino necesaria, una vigilancia extrema de las potencialidades del país en esta esfera. Esto constituye en la actualidad una de las prioridades del sector. Al mismo tiempo, se ha producido un crecimiento importante de variantes de artes de pesca de origen autóctono, como respuesta a las propias necesidades del desarrollo socioeconómico. Así, se han introducido artes como los chinchorros langosteros y el corral con dos bandas para la captura de peces y también se incorporaron artes de otras latitudes, como el tranque flotante japonés y las nasas con tres y cuatro mataderos de origen estadounidense.
Lic. Pablo Luis Córdova Armenteros
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