Atlas etnográfico de Cuba

Cultura popular tradicional

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El vasto universo de la expresión artesanal tradicional, como manifestación generada y desarrollada por ciertos sectores sociales populares, constituye, en su propia fenomenología, un aspecto de insoslayable importancia para el conocimiento de los hábitos y costumbres que se producen o tienen su base en la esfera de la cultura material, de la cual forman parte.

Junto con la alimentación, la vivienda y la indumentaria, el resultado de la práctica artesanal ocupa también un lugar preponderante en cuanto materializa y soluciona diversos y, a menudo, complejos problemas, a los que se enfrenta el Hombre en su actividad cotidiana, sean éstos de carácter económico, doméstico o derivados de creencias mágico-religiosas.

En estos últimos, se puede citar como ejemplo, la amplia y variada gama de imágenes y atributos que circundan y materializan la concepción espiritual de entidades en un sinnúmero de creencias. Debido a esto se ha afirmado que la historia de la artesanía --aunque el concepto no es tan antiguo como en general se cree-- es común a la historia del Hombre. Aún cuando el término no existía, toda la producción que precedió a la aparición de la maquinaria industrial llevaba la impronta del trabajo manualmente realizado. El concepto de artesanía, resulta la contraparte de la producción industrial. De aquí que también se le conozca como producción preindustrial o paleotécnica.

La artesanía popular tradicional cubana, si se aplica el concepto en su sentido más amplio, es decir, a toda la producción resultante de la habilidad y el trabajo manual --y al margen de sus valores artísticos y/o preocupaciones estéticas-- mantiene una total vigencia y continuidad histórica con piezas de tipo utilitario, fundamentalmente en las zonas rurales del país. Sin embargo, tal vez por la falta de información previa necesaria, el tema no había sido profundizado por investigadores y estudiosos de los fenómenos culturales populares.

Las primeras indagaciones, iniciadas en Cuba en 1985, en esta esfera del quehacer popular, han aportado un caudal de conocimientos imprescindibles para la formulación de los primeros criterios y conceptos teóricos y metodológicos sobre la artesanía.

El estudio de esta manifestación responde, en lo fundamental, a la necesidad de conocer y revalorar las vías y medios expresivos de los que se vale el pueblo en el ámbito de la cultura material y espiritual; así como para determinar sus características fundamentales, sus diferencias y similitudes regionales y el papel que representan en la comunidad que las crea y las interioriza, al constituir una parte vital del basamento de la identidad nacional.

A partir de los resultados parciales de la investigación, se puede ampliar el margen de conocimientos necesarios para adentrarse, por primera vez, en la esfera de los distintos géneros artesanales presentes en Cuba. Esto permite analizar sus aspectos fundamentales: morfología, materiales, procedimientos y definición de las áreas o regiones donde se han desarrollado; además facilita acercarnos al Hombre, al artesano como creador de esas obras en sus múltiples y variadas interrelaciones, generadas por las formas de producción manual. Estos resultados parciales han coadyuvado a desbrozar el camino para una mejor comprensión de los distintos factores económicos, sociales y culturales que intervienen en el quehacer tradicional del pueblo, expresión raigal del patrimonio nacional.

La casi inexistente literatura temática especializada referida a Cuba, imposibilitó definir con precisión los antecedentes de las tradiciones locales constatadas en la actualidad, por lo que se utilizaron, a modo de referencia, publicaciones extranjeras e informaciones en novelas del siglo xix cubano, libros de viajeros, historias locales y, cuando fue posible, en las narraciones de nuestros principales escritores costumbristas.

Es imposible destacar en forma comparativa, los aportes de este estudio, debido a la carencia de fuentes escritas precedentes. Es por eso que éste resulta precursor de las investigaciones, tanto referido a la artesanía popular tradicional como a la artesanía en su expresión más amplia.

En el análisis de más de tres mil cuestionarios, aplicados en todo el territorio nacional, fueron estudiados los géneros de: alfarería y cerámica, tallas, talabartería, cestería, tejidos y labores de recortería textil, bordados, carpintería, modelado, trabajos de metalistería y pirotecnia. Para el presente Atlas se seleccionaron los géneros más difundidos en el país: las labores de cestería, las de tejeduría y recortería textil y los trabajos de bordado (a máquina o a mano).

En general, la artesanía popular tradicional cubana posee una marcada función práctica, la cual se proyecta en la realización de un conjunto de piezas o artículos que presentan, como primera intención, la de satisfacer necesidades materiales, principalmente en las áreas rurales. Los objetos de técnicas y materiales específicos de labores de cestería, pueden agruparse por su función en: cestería de uso doméstico; cestería para carga y transporte y cestería para uso personal.

La cestería de uso doméstico comprende todas aquellas piezas que tienen una aplicación directa en la cocina y el comedor y forman parte del ajuar hogareño, entre las que se encuentran, por ejemplo, los jibes, los aventadores de grano y las cestas de distintos tamaños. En este epígrafe se incluyen otros objetos que se caracterizan por su aplicación general o su utilización en la vivienda, por ejemplo: portarretratos, floreros y costureros. Además, como parte del mobiliario, comprende distintas piezas con funciones específicas en el ámbito de la casa: cestos para ropa, moisés y canastilleros.

La cestería para carga y transporte agrupa aquella parte de la producción cestera dedicada al acarreo de distintos productos, casi siempre hortalizas, viandas, frutos menores o para la recogida del café en las montañas donde se cultiva, ya sea a lomo de caballos o mulos, en vehículos con ruedas o sin ellas o con el Hombre como medio de transporte. Se incluyen en este rubro, las canastas de distintos tamaños y materiales, las cestas (foto 362), los cestos y los serones.

La cestería para uso personal abarca las piezas, artículos o accesorios confeccionados como medios útiles, auxiliares del individuo (hombre o mujer) que lo porte. Así, los artículos para carga y aquellos otros señalados como parte de la indumentaria que están integrados a ciertos hábitos, necesidades y costumbres en el vestir.

La diversidad de piezas de cestería no es grande aunque, en general, éstas aparecen dispersas en todo el territorio nacional, sobre todo, en aquellas zonas geográficas donde se localizan las fuentes naturales que poseen las fibras vegetales para su confección. Por el trabajo de campo realizado, ha sido posible constatar la existencia de veinticuatro tipos de ellas, algunas de las cuales no eran conocidas en su aplicación en la cestería.

El yarey (Copernicia baileyana, León), en primer lugar, seguido del guaniquiqui (Trichostigma octandrum, L), son las dos plantas que proporcionan las fibras más difundidas y de mayor utilización por los artesanos cesteros. El yarey, como planta, se encuentra más concentrado hacia las provincias orientales, pero disminuye gradualmente hacia occidente, hasta alcanzar la provincia de Pinar del Río, ya aquí resulta escaso y, por lo tanto, la elaboración de objetos es sensiblemente menor. Por su flexibilidad, este material se emplea en la confección de sombreros, jabas (bolsas), tapetes, ciertas formas de cestas y algunos objetos de uso ornamental.

Por el contrario, el guaniquiqui, aunque, tal vez, con menor grado de utilización en las labores de cestería, se registra de un extremo a otro de la Isla. Es muy empleado en cestos, canastas y nasas, entre otras muchas piezas que requieren de cierta dureza del material.

Si la presencia en suelo insular de distintos grupos sociales y culturas procedentes de Europa y África, principalmente, presuponen la existencia de formas cesteras con rasgos de esos grupos, hoy resulta difícil determinar sus posibles lugares de origen, fenómeno que puede deberse a distintas razones. Por citar sólo dos de ellas: primero, porque las técnicas cesteras presentan una tecnología universal, donde lo cambiante son los materiales y las formas, de acuerdo con la zona geográfica de que se trate. En Cuba, esos procedimientos se fusionaron para crear piezas básicamente utilitarias en su aplicación en las plantaciones cañeras, cafetaleras y en la producción de hortalizas y frutos menores; en segundo lugar, porque la inexistencia de información escrita, referida a otros momentos históricos, imposibilita conformar una imagen sobre qué se trabajaba antiguamente y de dónde procedían los artesanos. Hoy, los únicos trabajos de cestería, susceptibles de identificar en cuanto a su procedencia, son los de origen franco-haitiano. En la mayor parte de los demás casos resulta casi imposible diferenciar --al menos, en su aspecto formal-- los que pudieran resultar de un sustrato cultural europeo, africano o asiático.

Las labores de tejido o recortería textil, junto con las de bordado, tienen una mayor precisión en cuanto a su lugar de procedencia. La introducción de esas tecnologías se debe principalmente a los inmigrantes hispánicos y, un tanto, a los franceses. Otras áreas geográficas también hicieron su aporte, tal es el caso de los canarios, con los bordados canarios y tejidos de Tenerife.

Del Africa procedieron los lucumí, que introdujeron los métodos de bordado con abalorios, desarrollados con finalidad religiosa en la santería cubana.

En la provincia de Camagüey, se encuentra una forma de tejido muy peculiar --hoy casi en desuso--, heredado de las mujeres que emigraron de Santo Domingo, conocido por guariqueño o guarinqueño.

Todas estas formas de hacer ocupan un lugar entre la población femenina, que las aplica en la confección de múltiples piezas de vestir y de uso en el hogar. Los artículos del tejido con agujas, al igual que los realizados con recortería textil, son, en lo fundamental, de uso práctico. Por lo regular, se debe a las mujeres de edad avanzada la conservación del conocimiento y la maestría, acumulados a lo largo del tiempo. Ellas constituyen en sí un reservorio, la memoria viva de una tradición que se ha transmitido a lo largo de la Historia de una generación a otra, hasta el presente.

Hoy, la tejeduría representa un apoyo a la economía doméstica y un medio para salvar algunas dificultades materiales. En algunos casos, fue una actividad secundaria sostenida por las mujeres. En la actualidad es la ocupación principal de muchas tejedoras que producen diversas piezas destinadas a la comercialización.

Entre los distintos métodos de tejidos con agujas se encuentran el crochet, los tejidos a dos agujas, el frivolité, el bolillo o encaje catalán, el tejido guarinqueño y el encaje de Tenerife.

Estos y otros procedimientos, aplicados en el tejido de las piezas, así como el nombre de cada uno de los artículos que se elaboran con estos procedimientos, aparecen registrados en los tres mapas que reflejan los tejidos. Por ejemplo, las piezas de canastilla pueden ser realizadas a crochet; pero también a dos agujas, en dependencia del hilo que se use y el grosor del tejido.

Las labores de recortería textil emplean en su confección diferentes diseños y colores y responden a una vieja tradición que requiere cierta habilidad manual y sensibilidad para disponer, en un todo armónico, los fragmentos de géneros de distintos colores, texturas y consistencias. Sus dos procedimientos principales son la técnica de yoyitos y la llamada de tiritas. Con ambos se producen, entre otros, manteles, sobrecamas, tapetes y alfombras. Para ello, las pequeñas piezas de tela, convenientemente seleccionadas por colores y recortadas, se unen por sus bordes, ya sea a mano, a máquina o mediante puntos de crochet. La manera en que se aprovecha la materia prima de desecho, constituye una tradición popular que se extiende a casi todo el país y se practica en áreas rurales y urbanas.

De igual manera, se debe a la labor de las bordadoras la conservación de las viejas técnicas del bordado y la transmisión del conocimiento tanto en forma oral como práctica.

Algunas provincias tienen un gran número de bordadoras que, debido a la calidad de sus trabajos, caracteriza determinados municipios de la zona. Tales son los casos del poblado de Hatuey, en Camagüey, y la cabecera provincial de este nombre; los municipios de Santo Domingo, Remedios y Santa Clara, en Villa Clara; y el de Trinidad en la provincia de Sancti Spíritus.

Los métodos de bordado pueden agruparse en tres técnicas o procedimientos principales que sirven de base a las demás: el bordado a mano, el bordado a máquina y el que se deriva de la aplicación de métodos combinados o técnicas mixtas.

Desde el extremo oriental de la provincia de Guantánamo y hasta la de Matanzas, hacia occidente, tanto el bordado a mano como el que se realiza a máquina, se localizan más o menos con la misma frecuencia. Sin embargo, resulta curioso que hacia el extremo occidental, a partir de la provincia matancera, disminuye sustancialmente la técnica del bordado con máquina de coser. En las provincias La Habana, Ciudad de La Habana y Pinar del Río, predomina el método manual.

En total, y hasta el presente, se han detectado veintitrés tipos de bordados. De ellos, los más utilizados son: el realizado a mano, el elaborado a máquina, el punto cruz o punto marca, el deshilado y al pasado, entre otros. Ciertas formas locales son muy curiosas, como es el bordado en junco o con juncos, que hasta el momento sólo se ha reportado en el municipio Sandino, en Pinar del Río.

Algunos de estos procedimientos resaltan por su originalidad, belleza y habilidad en la combinación de los hilos para destacar los elementos formales del bordado. El bordado isleño o canario, suele aplicarse en el vestuario infantil, en las canastillas y también en otras prendas de vestir femeninas. En ellos se representan, en miniatura, distintos tipos y costumbres, paisajes, viviendas y labores que reflejan la vida cotidiana de hombres, mujeres y niños en las aldeas, al parecer, canarias. De igual forma, se plasman en el bordado escenas festivas, donde las parejas, con sus atuendos típicos, danzan acompañadas por algún que otro instrumento musical; mientras que, por otro lado, retozan alegremente los chicos debajo de los árboles.

El estudio de la artesanía, al igual que el de muchas otras manifestaciones populares tradicionales, no resultaría de mayor importancia si se circunscribiera sólo al acopio y confección de listados sobre materiales, procedimientos y demás --aunque estos datos también son de interés-- sino que, por medio de ella, se expresa y revela la tradición en su constante dinámica, como resultado de los hábitos y costumbres que, en el plano de lo popular, conllevan a la fijación de la identidad nacional.

Son esos hábitos y costumbres los que van sucediéndose y desarrollándose con cada generación, aportando aquello que considera útil y necesario para el mejoramiento cualitativo y cuantitativo de cada uno de sus componentes, que se proyecta a lo largo de los siglos. Aportes que requieren un análisis acucioso para conocerlos y diferenciarlos.

Sirva, pues, la artesanía, y todos los estudios que de ella se derivan, para una mejor comprensión, análisis e interpretación de estos fenómenos y del papel del artesano como elemento de fijación y transmisión del hecho cognoscitivo.

Lic. Dennis Moreno Fajardo

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