Atlas etnográfico de Cuba

Cultura popular tradicional

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El estudio de los instrumentos de trabajo agrícola tiene, internacionalmente, una larga tradición y amplia bibliografía. Son abordados por diferentes ciencias particulares. Los especialistas en historia agraria los investigan en el contexto del desarrollo general de la agricultura. Con el análisis de las interrelaciones entre la historia económica de una u otras regiones, o de un país en su totalidad, y el desenvolvimiento del agro, se aclara el lugar del instrumental en la dinámica de los cambios ocurridos. Los agrónomos prácticos se interesan por los aperos tradicionales con el fin de generalizar algunas de sus ventajas, todavía atrayentes, necesarias y viables para los países en desarrollo.

Los instrumentos de labranza y los dedicados a otros fines en las actividades agrícolas, tienen una gran importancia en los estudios etnográficos, debido a un objetivo principal: encontrar ciertas relaciones o propiedades específicas entre un determinado tipo de instrumento, o sus variantes, y un etnos-pueblo o grupos de etnos. Estas propiedades están presentes en los componentes masivos y estables de la cultura de la vida cotidiana, manifestadas en particularidades distintivas.

Los estudios de la historia de la agricultura temprana, a finales del siglo XIX, posibilitaron el criterio de que el desarrollo de los aperos aratorios se determina por los factores económico-sociales e histórico-culturales. A partir de diversas investigaciones se comenzaron a distinguir, por una parte, los rasgos definidos por las condiciones físico-geográficas, por la tecnología de la producción agrícola (rasgos funcionales) y los rasgos independientes o relativamente independientes de estas circunstancias (rasgos formales). Estos últimos se revelan en su mayoría en las particularidades constructivas del cuerpo de los aperos y reflejan, ante todo, tradiciones histórico-culturales, entre ellas, las étnicas. Las tradiciones histórico-culturales de la elaboración de los implementos agrícolas se estructuran en los lugares de formación de sus tipos, bajo la influencia de factores ecológicos, tecnológicos y económico-sociales. Al principio, son puramente técnicos, pero con el tiempo adquieren estabilidad, se fijan en la práctica de muchas generaciones y aparecen, en esencia, estas tradiciones.

En Cuba, la presencia temprana de instrumentos de labranza se reporta entre los aborígenes agroalfareros practicantes de una modalidad de la agricultura manual, de coa, ya que desconocían los animales de tiro como el buey, el caballo y el mulo. Con la presencia hispánica, este tipo de agricultura disminuye gradualmente, sin ser sustituida en su totalidad, ante la agricultura de azada y la de arado; unida a esta última, aparece toda la gama de instrumentos accesorios que conforman su sistema de cultivo, que, además, implica la introducción de nuevas técnicas, conocimientos, hábitos y creencias en el campo de la Agrometeorología, pertenecientes al ámbito de la agricultura popular tradicional de la Península Ibérica e Islas Canarias.

Para tener una idea sobre el desarrollo de la agricultura en Cuba, al inicio del período colonial, y cómo se refleja en la formación de los aperos de labranza, hay que tener en cuenta el régimen de la tenencia y uso de la tierra. El colono recibía determinada extensión de tierra en dependencia de su rango. Durante el siglo XVI, la agricultura era una ocupación menor, pero significativa. Una función importante en la readaptación productiva fueron las condiciones naturales nuevas para el campesino inmigrante hispánico en la Isla, donde ninguno de los cultivos de la trilogía mediterránea: cereales, uvas y olivos, estaba presente.

El siglo XVII presenta el crecimiento de la ganadería, principalmente del ganado vacuno. Su atención no requería mucha fuerza de trabajo, pues era suficiente tener en la hacienda un mayoral y dos o tres esclavos para atender una extensión del tamaño de un hato. Desde la segunda mitad del siglo, se origina una reorientación en la crianza del ganado, que en su inicio satisfizo la demanda de carne, pieles y leche y sus derivados. A la vez, el desarrollo de la agricultura, sobre todo, el cultivo de la caña de azúcar, demandaba la cría de los bueyes destinados al tiro.

Durante el siglo XVIII, la agricultura se convierte de una producción de subsistencia a una mercantil. Temprano salieron para el mercado interno y después externo, los productos obtenidos de la caña de azúcar y el tabaco. Por supuesto, que una parte de la demanda de alimentos se suministraba por la agricultura local. En este mismo siglo en Cuba, se introduce un nuevo cultivo: café, que se extiende por el oriente de la Isla, pero también abarca las sierras de Pinar del Río y el Sur de La Habana, en la región occidental, a donde llegaron los caficultores de Haití, huidos de la guerra civil liberadora.

Los trabajos de labranza en los campos de caña de azúcar, así como la siembra, el aporque, la limpia y el corte, se realizaban con instrumentos manuales y, a diferencia del tabaco, la fuerza principal era esclava. A mediados del siglo XIX, en algunas partes del país, particularmente en Matanzas, se realizó el paso definitivo de la manufactura a la industria fabril. Pero esto no se reflejó con rapidez en el desplazamiento del trabajo manual en el laboreo de la tierra y las cosechas.

Al mismo tiempo que en otros países se realizaban las búsquedas intensas para perfeccionar los aperos de labranza, en Cuba, en la rama principal de la agricultura que daba el perfil a toda la economía y a las relaciones sociales, se implantaba con más fuerza la explotación esclavista. En las plantaciones de caña era el jan con la punta de hierro y la azada, los que servían para abrir la tierra. Este último instrumento era de uso muy amplio, incluso en los lugares donde se utilizaba el arado criollo para surcar, pues mediante la azada se cubrían las semillas en los surcos.

Cuando en la Isla empezó a sentirse la falta de los esclavos, a mediados del siglo XIX, y su precio aumentó, los dueños de las plantaciones de la caña de azúcar se dedicaron a buscar una salida a la situación mediante la mecanización de los trabajos agrícolas.

Desde ese momento, se aprecia una demanda creciente en la importación de los arados perfeccionados con vertederas, cultivadores, subsoladores, extirpadores y aporcadores.

La presencia en la plantación o en la finca de unos u otros equipos dependía en gran medida de la posición económica del propietario o usufructuario de las tierras. Los pequeños agricultores tenían que satisfacerse con el arado criollo, usando la azada en lugar de los diferentes cultivadores.

El desarrollo de la agricultura se hizo inestable en el último tercio del siglo XIX, por la situación política del país, especialmente por las dos devastadoras guerras por la Independencia: la de 1868-1878, que abarcó la parte oriental, y la de 1895-1898, extendida por todo el territorio. En este período comenzó el proceso de desaparición de las pequeñas fábricas azucareras y, al mismo tiempo, la abolición gradual de la esclavitud. La combinación de estos factores contribuyó al surgimiento de un nuevo sistema de explotación de las tierras, conocido como colonato. Algunas plantaciones cañeras se fragmentaron, en fincas y parcelas, las que tenían diferentes extensiones, en dependencia de la capacidad financiera del ocupante.

En el siglo XX, durante la república neocolonial, se mantuvo el uso de los instrumentos manuales en la limpieza de bosques y tierras vírgenes, así como en los cultivos de montañas y llanos. No obstante, permanece el predominio de la agricultura de arado con todo su complejo instrumental accesorio.

El Triunfo de la Revolución, en 1959, propició cambios estructurales en la agricultura. Se eliminó el latifundismo y en la mayoría de las tierras expropiadas se crearon granjas del sector estatal. Otra parte de las tierras se distribuyó entre los pequeños agricultores, fundamentalmente los antiguos colonos y todo tipo de arrendatario, partidario (aparcero) y precarista. En el sector estatal, apenas se conservaron los instrumentos tradicionales; el roturado y la siembra se realizaron mediante los aperos perfeccionados con tracción mecánica. El uso de la azada era excepcional y sólo se empleaba cuando la máquina resultaba dañina para los cultivos. En el sector de la pequeña propiedad privada y en las Cooperativas de Producción Agropecuaria también se utilizaron los nuevos aperos y tractores, aunque se conservaron los implementos tradicionales en calidad de apoyo como la azada, el arado criollo y los arados perfeccionados, de tracción animal.

En la tipologización de los instrumentos de trabajo agrícola, se adoptaron los principios básicos que permitieron la coherencia metodológica durante el proceso clasificatorio. A partir de un complejo de indicadores dados a dos niveles cronológicos, se escogieron los relacionados con la función y uso de cada apero y los correspondientes a los elementos morfológico-constructivos. Otro principio fue el de clasificar los útiles de trabajo en relación con la forma en que son accionados durante el proceso de trabajo, los movidos por la fuerza humana o manual y aquellos en los que se aplica la tracción de los animales de tiro.

Las tablas tipológicas incluidas en los mapas de la sección muestran los tipos, subtipos y variantes de los instrumentos. Los aperos de cavar y sembrar incluyen las coas y janes, característicos de la agricultura aborigen, conservados hasta el presente y completados otros como azadones, azadas, tenedores, picos y palas triangulares, cuyo uso se remonta a los momentos iniciales de la presencia hispánica en las actividades agrario-productivas. Los instrumentos manuales de cosechar muestran la diversidad de machetes, presentes en las labores de chapea y, en especial, el corte de la caña de azúcar y las hoces, de gran utilidad en el corte del arroz. La guadaña, de alto empleo en España en la siega de cereales, se restringe a labores de chapea de yerbas con una baja presencia en los campos cubanos. Las cuchillas de cortar tabaco son de alta presencia en las zonas tabacaleras, ya que su empleo es específico de esta actividad. Igualmente ocurre con las cuchillas para desprender las mazorcas de cacao, aunque esta última encuentra otras aplicaciones, como es el corte de las plantas espinosas en las cercas de las fincas. En estos casos se le denomina rozadera.

El arado criollo o de madera, típico de la agricultura tradicional, se aplica en las distintas operaciones para la remoción del terreno como son: roturación, cruce, recruce, terciado, aporque, desaporque y tapado de las semillasNo invierte el prisma de la tierra arada por carecer de vertederas. Tiene diversas variantes por las características constructivas en los distintos órganos de trabajo y en los de dirección. Los arados mixtos o espolones presentan, como el criollo, un timón alargado y una sola mancera. Su reja y vertedera son semejantes a las de los arados metálicos perfeccionados. Sus características constructivas resultan de combinar elementos tradicionales, aportados por el arado criollo y otros provenientes del instrumental moderno.

Los arados perfeccionados metálicos, con timón corto y dos manceras, presentan una o dos vertederas, fijas en algunos casos y giratorias en otros. Entre ellos se inscriben los subsoladores de reja lanceolada, propia para romper y remover las capas del subsuelo. El grupo de los cultivadores se compone de ejemplares con rejas en punta de flecha, palas triangulares o de corazón , y los de reja-cuchilla; estos últimos, para la escarda y chapea de las yerbas y otras plantas adventicias.

Integrados al complejo instrumental de los arados aparecen los ramajos, las gradas o peines y las gradas de tablas (sin dientes) o planas . Entre sus funciones están: desbaratar los terrones, limpiar de abrojos el terreno roturado, emparejarlo y tapar las semillas de las siembras de cereales y granos.

Los yugos son aparejos estrechamente vinculados con los implementos accionados por la tracción de los animales. Sirven para unir los bueyes a los distintos tipos de arados, ramajos y gradas. Son simples o dobles en correspondencia con el número de gamellas y animales a enyugar. Los simples se destinan a las labores poco profundas, escardas y desyerbes; los dobles se relacionan con las labores profundas de roturado, surcado, aporque y desaporque. Los yugos cubanos se corresponden con los yugos cornales españoles, aunque las formas de los primeros son menos elaboradas en los adornos.

Otro grupo de instrumentos está destinado, específicamente, a la elaboración de los productos del agro, en especial, los que consumen las familias de los productores agrícolas. Entre ellos aparecen los morteros o pilones para majar viandas, descascarar granos o pulverizar el café tostado. Por la manera de asentarse en el suelo son horizontales o verticales de gran riqueza en las formas. Poseen una o más bocas o cavidades donde se depositan los elementos que se desean procesar. Los aventadores complementan la tarea iniciada con los morteros. Cuando se trata de cereales y granos, éstos sirven para eliminar las cáscaras y demás impurezas obtenidas en el proceso del pilado.

Los molinos de piedra se destacan en este grupo de utensilios. Son típicos del ajuar doméstico rural; sus orígenes se encuentran desde la presencia temprana de los pobladores hispánicos, en particular, los procedentes de Islas Canarias. Moler el trigo y el maíz es su función utilitaria para la economía doméstica. Los molinos de hierro cumplen igual función que los de piedra (su introducción data de la segunda mitad del siglo XIX, procedentes de los EE.UU.), y si bien no son de factura artesanal, su antiguo y habitual uso permite ubicarlos como elementos tradicionales.

La sección cierra con mapas de varios elementos inscriptos en el sistema agrícola tradicional. Este sistema se define como el conjunto de medidas agrotécnicas observadas, empíricamente, por los agricultores, en el que se aprovechan los elementos naturales o artificiales para elevar la fertilidad de los suelos, con el fin de obtener el mayor beneficio de los cultivos.

El mapa referido a las formas de cultivo recoge las distintas variantes utilizadas por los labriegos en la distribución de la tierra cultivable. Un solo cultivo expresa que la tierra se ocupa completamente con un cultígeno como caña, arroz, café u otro. Varios cultivos indican la división del terreno en distintas parcelas, en las que se siembra, por separado, uno u otro, de acuerdo con el interés del campesino.

Cultivos de secano y de regadío muestran las posibilidades reales del agricultor en el empleo o no de sistemas de riego en las plantaciones de su finca. El cultivo de secano refiere una ausencia total de agua (con excepción de las lluvias) en los sembrados y el de regadío, lo opuesto. También se contempla una tercera posibilidad, en la que las dos modalidades expuestas se combinan.

En el uso y tipos de abonos se ofrecen dos aspectos: el primero se refiere a la práctica de abonar o no los terrenos cultivados; el segundo analiza, en caso afirmativo, la estructura que se conforma de acuerdo con el tipo de abono utilizado, vegetal, animal o mineral.

El análisis conjunto de la información, tanto la referida a los instrumentos de trabajo como la perteneciente a los elementos del sistema agrícola tradicional, muestra sintéticamente la complejidad y dinámica de estos componentes de la cultura material tradicional, de los que pueden destacarse varios aspectos: el instrumental aborigen ha permanecido en uso, en mayor o menor medida, sobre todo, en las zonas montañosas; sin embargo, en el sistema agrícola tradicional predominan los de origen hispánico, con sus adaptaciones y cambios acordes con el nuevo medio y tipos de cultivos. A mediados del siglo XIX, se incorporaron los instrumentos metálicos perfeccionados, procedentes de Francia, Inglaterra y Estados Unidos de América.

El proceso de introducción de los nuevos implementos perfeccionados no se caracterizó por la aceptación pasiva. El agricultor hispánico asentado y los cubanos, posteriormente, seleccionaron, desecharon y recombinaron las distintas partes constructivas de los aperos de labranza, teniendo en cuenta la situación concreta del desarrollo de su economía, así como asimilaron todo lo útil y conveniente de la rica gama de técnicas y procedimientos, de acuerdo con sus intereses productivos.

Inv. Hernán Tirado Toirac

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